jueves, 25 de abril de 2013

Una frase de Pablo Neruda...





Se me va la voz, Alejandro Fernández


Como duele hoy,
hoy te extraño más que nunca y no estas aquí
lentamente hoy
me va causando tanto daño que no se vivir

Y se me va la voz, si no tengo tus ojos
y no siento el calor, si esas noches no son mías
y no estoy junto a ti, la razón para vivir
de rodillas, de rodillas junto a ti

Y se me va la voz, pensando que te has ido mujer
y no siento el calor, el calor de lo prohibido
y entrégamelo todo, que todavía llevo dentro
la razón de este recuerdo

Na na nara nara na na
Na na nara nara na na

En una noche fría buscando tu saliva
una brisa que libera refresca el corazón
enséñame la vida, porque contigo estoy dispuesto
a la razón y al corazón

Y se me va la voz, si no tengo tus ojos
y no siento el calor, si esas noches no son mías
y no estoy junto a ti, la razón para vivir
de rodillas, de rodillas junto a ti

Y se me va la voz, pensando que te has ido mujer
y no siento el calor, el calor de lo prohibido
y entrégamelo todo, que todavía llevo dentro
la razón de este recuerdo

Enséñame a vivir, pensando que te has ido mujer
y no estoy junto a ti, el sabor de lo prohibido
y entrégamelo todo, que todavía llevo dentro
la razón de este recuerdo

Na na nara nara na na
Na na nara nara na na

se me va la voz.


El nombre del viento (fragmento), Patrick Rothfuss



Las palabras son pálidas sombras de nombres olvidados. Los nombres tienen poder, y las palabras también. Las palabras pueden hacer prender el fuego en la mente de los hombres. Las palabras pueden arrancarle lágrimas a los corazones más duros. Existen siete palabras que harán que una persona te ame. Existen diez palabras que minarán la más poderosa voluntad de un hombre. Pero una palabra no es más que la representación de un fuego. Un nombre es el fuego en si.

Cielo miénteme, la Luna desconcertante....




Cuando la Luna llena está cerca del horizonte, la vemos más grande que cuando está más alta, aunque lógicamente su tamaño nunca varía. Esta ilusión ha fascinado a la humanidad desde épocas remotas. Ya en los comienzos del siglo VII antes de Cristo este fenómeno fue descrito por pensadores griegos y chinos. Aristóteles lo mencionó 350 años a. C. Sin embargo, a día de hoy todavía no hay una explicación científica totalmente aceptada para este efecto. La que más consenso tiene es la que lo describe como una ilusión óptica. Al parecer, nuestro cerebro “inventa” el tamaño grande de la Luna del mismo modo que en el dibujo (ilusión de Ponzo) nos parece de mayor tamaño el punto negro más cercano al ángulo, aunque ambos son iguales.

Ilusión de Ponzo.
Las dos líneas rectas convergentes hacen que veamos más grande el punto de la izquierda, pero los dos son iguales.

 Fuente:
 http://www.quo.es






Los Jardines Perdidos de Heligan




En el extremo suroccidental de Inglaterra, entre las recortadas costas del mar Céltico y el Canal de la Mancha, se encuentra el condado de Cornualles, en inglés Cornwall, ubicación de los mágicos, extravagantes y surrealistas Jardines Perdidos de Heligan.


Sobrevivientes de múltiples azares, los Jardines de Heligan se constituyen en el único escenario de Europa, donde es posible redescubrir las primigenias técnicas de agricultura de los cinco continentes, pues sus terrenos guardan vestigios de antiquísimas plantas provenientes de lejanos lugares, que fueron llevadas allí por coleccionistas y que con el tiempo formaron un jardín único, hoy visitado por cerca de 400 mil personas cada año.
 
Y en un país como Inglaterra, tradicional por sus jardines ornamentales, es inusual este espacio que trasciende la belleza: nutrido por flores salvajes, plantas tropicales, mediterráneas, de tierras áridas y templadas, hortalizas, especies italianas, una selva de la flora exótica… Desde él se explican los problemas de conservación y explotación del uso de la tierra y se enseña a retomar los antiguos métodos de cultivo. No se otorgan respuestas, sólo la posibilidad de conciencia.
Una intensa campaña y los mismos hechos han logrado cautivar a los visitantes, brindándoles una historia romántica e instructiva: mostrar cómo se han restaurado los jardines productivos a la manera en que sus ancestros los cultivaron hace 100, 500 o más años: sostenible localmente, con la imposibilidad de  tener algo si cada uno no lo cultivaba, generando un espacio con sentido holístico: la finca, el establo de caballos para abono y transporte, los bosques para el combustible, la producción de verduras, de flores, hierbas y plantas medicinales.

Por ello The Lost Gardens of Heligan es un  museo vivo, situado en Cornwall, sur del país, en la cima del valle que besa la aldea de pescadores de Mevagissey  y que palpita en el corazón de un territorio que se extiende a lo largo de 1.000 acres desde Gorran hasta Mevagissey, poblado en el siglo XVI por fincas, aserraderos, minas, molinos de harina, fábricas de cerveza, huertas productivas y jardines de cocina.
 
 Legado en Cornwall
Ocho siglos atrás, Heligan era parte de un estado que había pertenecido a las familias Arundell  y Hill y que luego terminó en manos de la estirpe aristocrática de los Tremayne. Fue William Tremayne quien en 1603, construyó la casa actual, poco común en Cornwall por estar hecha en ladrillo, aunque hoy sólo permanecen las bases. Noventa años después, William y Mary crearon dos largas extensiones que circundaban un patio trasero. Y fue Henry Hawkins Tremayne, curador en Lostwithiel, quien dibujó un plano entre 1780 y 1790, donde muestra la estructura de los jardines que conocemos hoy y plantó la mayores franjas de protección. Establecida la estructura del vergel las tres generaciones siguientes, notables horticulturistas, se encargaron de ralizar las colecciones de plantas.
Entre 1829 y 1851 John Hearle Tremayne dio un manejo especial al jardín, construyó establos, delineó caminos con árboles ornamentales, confeccionó la exótica “Selva” y, con su hijo, sembró palmas, helechos y matas de bambú que hicieron particular esta área.


Pero en 1916 el Departamento de Guerra les pidió en préstamo la casa para destinarla como hospital de los soldados heridos. Al finalizar la Guerra los Tremayne habían perdido su ímpetu y arrendaron la casa a los Williamson, quienes se encargaron del mantenimiento básico, aunque la “Selva” desapareció. Ya en la Segunda Guerra, queriendo los norteamericanos invadir a Francia, se alojaron allí.
Para entonces la familia Tremayne vivía en su casa de Cornwall y regresaba allí sólo en ocasiones, por lo cual fue perdiendo muchos de sus trabajadores, sobre todo jardineros, que trabajan en la finca. Para 1970, totalmente Para entonces la familia Tremayne vivía en su casa de Cornwall y regresaba allí sólo en ocasiones, por lo cual fue perdiendo muchos de sus trabajadores, sobre todo jardineros, que trabajan en la finca. Para 1970, totalmente desilusionados, arrendaron la casa. Aunque las transformaciones en este siglo fueron mínimas, todo lo vernacular y las construcciones del jardín permanecieron intactas: Heligan continuaba siendo valioso.
En 1990 John Willis, descendiente también de la familia Tremayne, heredó los jardines, pero estaban totalmente abandonados y parecía imposible hacer algo. Ese mismo año, durante una fiesta, se encontró con Tim Smit, arqueólogo de la Universidad Durham del Norte de Inglaterra, que anhelaba hallar una granja vieja y buscar objetos de interés arqueológico, como herramientas de agricultura del pasado, y abrir un museo.

Recuperando el pasado
Willis le manifestó su preocupación y le invitó a conocer lo que quedaba de aquel lugar. Smit, que había visto una película inglesa llamada “El jardín secreto” y pensaba que podía haberse inspirado en él, aceptó. El 16 de febrero de 1990, acompañados también por John Nelson y Robert Poole, recorrieron los jardines. Eran impenetrables debido a la maleza y a la mora invasora y tuvieron que emplear machetes para abrirse camino.
 
La mayoría de las construcciones estaban en ruinas, no sólo por el tiempo sino por los vientos de la época. Nada en el sendero era visible, sólo los atormentados techos insinuándose entre los árboles. Palmas, helechos, rodiendros de los Himalayas y árboles básicamente, eran los únicos sobrevivientes. Hablaron de las posibilidades de  recuperar aquel lugar, de volverle a la vida.
Smit asumió la responsabilidad y  Nelson expresó su respaldo. A ellos se unió, en el invierno de  ese mismo año, Philip McMIllan Browse, director de la Royal Sociedad de Horticultura Gardens en Wisley y trabajador para el Ayuntamiento. La preocupación  de Philip era saber si habían plantas suficientes para recuperar el jardín o si estaba definitivamente arruinado. No era ni socio ni empleado, iba cuando tenía tiempo. Observaba y dirigía la eliminación de maleza por si había algún arbusto de valor, instruía y colocaba rótulos de advertencia.

Revivir los jardines exigió cuatro años. De 1990 a 1993 fue la etapa de “limpieza”: lavar, preparar el  terreno, quitar la maleza. Phillips leía sobre los jardines de esa  época y hacía propuestas, basado en un mapa de 1839 para encontrar el camino. A inicios de 1994 empezó la etapa de recuperación: sembrar y construir. Mientras reconstruían las estructuras del jardín y los invernaderos decidieron basar su trabajo en conceptos de siglos atrás: jardines útiles para la comida, asuntos medicinales y manejo autosuficiente a partir del manejo de bosques, campos, huertas y jardines.
También brindarían empleo a mucha gente, tal como había sucedido en el pasado. “Recuperaron” lo que pudieron encontrar entre 1890 e inicios de este siglo. Los ingenieros trabajaron fuertemente, erigieron las paredes que circundaban los jardines, limpiaron la tierra y reconstruyeron los senderos y tapias… Otros, con paciencia y esfuerzo, pudieron acabar con la salvaje mora… Y después se empezó la siembra de plantas (incluso variedades de verduras utilizadas antes de 1900), utilizando materiales, técnicas y herramientas tradicionales de aquellos siglos: sin máquinas, sin motores de combustión.


 Asumir tales técnicas fue difícil, por ejemplo la de rotación, muy compleja, ya que las plantas tienen sus necesidades específicas, o el aprovechamiento que antiguamente se hacía de los bosques y la extracción de palos para enredar arvejas o garbanzos.  O también la obtención del abono, pues antes habían establos de caballos para lograrlo… Fue difícil porque hoy los bosques están abandonados y tampoco hay establos.
Pero ellos querían “repetir” el pasado: consiguieron materiales similares, aprendieron las técnicas, si no podían comprar semillas de una planta utilizaron cosechas para  guardarlas, recuperaron 18 de las 24 variedades de papa, pues sólo 6 se venden en el mercado, apelaron al conocimiento tradicional, busca la respuesta corta, invalida la experiencia. Y, quizá lo más difícil, redescubrieron cómo mantener la temperatura de la fermentación del bono para ciertas plantas: les demandó más de dos años.
 
Philip McMIllan Browsen recuerda: “Aprendimos dos técnicas tradicionales. Una: practicar los tipos de rotaciones y las funciones orientadas de las plantas, para evitar el incremento de enfermedades por peste y mantener la fertilidad de los suelos. Otra: manejar técnicas sobre cultivo. Todo manualmente, incluso el cultivo del suelo, donde practicamos la doble excavación e incorporamos grandes cantidades de materia orgánica durante la rotación, cultivamos la tierra, hicimos fertilización, riego… Y utilizamos estiércol fermentado para, además de conservar el calor un número de semanas,  producir una cosecha o a calentar un vivero”.

Lo nuevo: lo antiguo
Mas no crearon nada nuevo, todo corresponde a otros tiempos. Con las especies botánicas fue igual: las plantas hoy sembradas se utilizaron durante 300 años en Inglaterra y es posible que originalmente fueran de otros países, como los garbanzos de Norteamérica, aunque la mayoría son plantas de Europa, como la  papa.  Para recuperar, por ejemplo, la variedad de pino Jamaica, se necesitaban por lo menos cien plantas.
Era difícil conseguirla pero se dieron cuenta que existía en sur África y de allá la trajeron.  Lo mismo han hecho para recuperar otras especies: visitar otros países americanos y conseguir las variedades que no se han perdido.
La recuperación de los jardines productivos fue simultánea a la de jardines ornamentales, pero siempre manteniendo la filosofía de Heligan: recuperación y restauración correcta del periodo, hasta lograr la misma semblanza que tenían 100 años antes, y manejarlos como en aquellos días, con las propias manos, sabiendo con exactitud qué plantas cultivar para ser fieles a la época.

 Inicialmente hubo poco dinero, pero el impulso se mantenía porque el equipo tenía el mismo propósito. Después algunas personas u organizaciones como la British Trust for Conservation Volunteers (BTCV) o la Comisión para el Desarrollo del  Campo,  financiaron el sueño de Heligan: la estructura costó casi 3/4 de millón de libras.
Los Jardines Heligan brindan empleo decenas de personas, de las cuales algunas son permanentes, venden productos orgánicos, semillas, plantas y elementos turísticos…
Porque la idea siempre fue crear un medio educativo para concientizar a la gente de los conflictos sobre comercio genético y conservación, problemas alimentarios que deben ser atacados y resueltos y sus implicaciones sociales económicas, políticas,  culturales.



El estilo de los jardines es típico del estilo Gardenesque del siglo XIX, con áreas de diverso carácter y en diferentes estilos de diseño. Durante su visita, podemos encontrarnos colecciones de colosales rododendros y camelias, lagos, estanques, jardines florales y de hortalizas, un área salvaje de helechos de aire subtropical, un jardín italiano y el único “Pozo de la Piña” ("Pineapple pit") que se conserva en Europa, método de cultivo de piñas en climas fríos, desarrollado por jardineros ingleses durante la época victoriana, que consistía en el aumento de la temperatura, como consecuencia de la  descomposición de materia orgánica.
  

En los jardines de Heligan, también, encontraremos varias esculturas de Susan Hill “vestidas” con la vegetación de los jardines.

Jardín Perdido de Helligan jungla mimaria  Jardín Perdido de Helligan Escultura de Susan Hill The Giant's Head _La cabeza del gigante_  mimaria

Esculturas de Susan Hill "The Mud Maid" (La doncella de fango) & "The Giant's Head" (La cabeza del gigante)


Áreas:

La jungla: Se trata de un terreno donde originalmente se experimentó con plantas subtropicales, hace 150 años, así que aquí abunda la vegetación frondosa y húmeda.  Hay cuatro estanques y la colección más grande de helechos, palmeras y árboles de bambú de toda Europa.

Jardín Perdido de Helligan jungla 1 mimaria Jardín Perdido de Helligan Rododendro Jungla mimaria 
Jardín Perdido de Helligan jungla 3  mimaria



El Valle Perdido: Este terreno se utilizó, en origen, para quemar carbón y después de permanecer varios años cerrado se ha abierto de nuevo, con sus lagos y estanques reformados, al público. Actualmente se puede disfrutar de su flora y fauna autóctona, flores silvestres,  árboles viejos y en sus aguas, peces y libélulas.

Jardín Perdido de Helligan Horno de Leña Valle Perdido mimaria Jardín Perdido de Helligan Robles Valle Perdido mimaria
Jardín Perdido de Helligan estanque mimaria



Las Tierras del Placer: Es un jardín para todas las estaciones. Tiene 30 acres y se trata de una serie de jardines, dentro de un único jardín, cada uno de los cuales tiene una característica: está el jardín italiano, el de Nueva Zelanda, la Gruta de Cristal,  el jardín de la residencia de verano, el Fern Ravine, el jardín Sundial y el Flora con camelias y magnolias.

Jardín Perdido de Helligan Fern Ravine mimaria Jardín Perdido de Helligan jardín italiano mimaria
Jardín Perdido de Helligan jardín iFlora Rododendro mimaria


 
Los jardines Productivos: Son los jardines que siglos atrás abastecían a la residencia de los Tremayne con frutas, vegetales, especias, flores y plantas ornamentales.

Jardín Perdido de Helligan jardín productivo mimaria Jardín Perdido de Helligan jardín productivo 2 mimaria



"Los Jardines Perdidos de Heligan" después de someterse a uno de los mayores, y más ambiciosos, programas de restauración en Europa, pone a disposición del público en general, más de 80 hectáreas llenas de arte, fauna y vegetación, todo ello dentro de un entorno mágico, extravagante e incluso, surrealista. Haciendo de Heligan y sus jardines, una visita casi obligada para viajeros, turistas y de todos los amantes de la Naturaleza.


Fuente:
http://www.theprisma.co.uk
http://www.mimaria.es