miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?, Chantal Maillard




"¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?",

me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de un tigre.

Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas solo un hombre ciego
pudo hallar el camino que a él conduce.



Rival, Romeo Santos ft. Mario Domm



Un minuto de silencio es lo que estoy pidiendo 
un minuto de tu tiempo no estaría demás 
para que hoy te enteres que mi alma ya no esta muriendo 
te equivocaste en absoluto no intentes regresar... 

Prefiero vivir mil años sin ti, que una eternidad pasándola así.

Aparece una ballena escondida en un cuadro.



Nada menos que una enorme ballena ha aparecido escondida bajo el barniz de una pintura del siglo XVII. El cuadro, Vista de las arenas de Scheveningen, pintado por el holandés Hendrick van Anthonissen en 1641 muestra un grupo de personas reunidas en un frío día de invierno en una playa de La Haya (Holanda) mirando al mar. ¿Qué miraban? ¿Por qué estaban allí? Ya lo sabemos.

“No entendía muy bien qué hacían ahí pero tampoco me pareció algo fuera de lo normal”, reconoce sorprendida Shan Kuang, la chica que lo ha descubierto. Ella es química, por la Universidad de Yale, y se está especializando en restauración en el Museo Fitzwilliam de la Universidad de Cambridge.

La mayoría de las pinturas tienen una capa de barniz que sirve para protegerlas, que por desgracia amarillea con el paso del tiempo. Una de las labores típicas de restauración es retirar esta capa. En pleno proceso, “de manera inesperada apareció una figura que parecía un hombre junto a una vela, pero a medida que seguí retirando barniz con un escalpelo y disolventes, resultó ser un hombre junto a una aleta de ballena”, relata.

Precisamente en la primera mitad del siglo XVII nació un especial interés por estos cetáceos. No era raro que de vararan en las costas holandesas, donde se inmortalizó la escena del cuadro. La pintura llegó al museo en el siglo XIX, como parte de una donación de un coleccionista alemán. Los análisis han revelado que la ballena fue borrada del cuadro en el siglo XVIII, antes de llegar al museo y tras el auge del interés por estos animales.

“En el pasado las pinturas eran elementos que formaban parte del diseño de interiores. Las cortaban y pintaban por encima para adaptarlas a los gustos cambiantes de la época. A lo mejor eliminaron la ballena porque la presencia de un animal muerto resultaba ofensiva en el contexto de la nueva ubicación del cuadro o simplemente porque era más fácil de vender sin ella”, analiza la experta.




Fotos: Museo Fitzwilliam
Fuente: América Valenzuela para http://coctel-de-ciencias.blogs.quo.es